Dr. Jair Alvarado Espinoza. *
Hace unos años causaba sorpresa la respuesta de una candidata en un concurso de belleza que, ante la pregunta, ¿quién era Confucio?, respondía: “fue uno de los que inventó la confusión”. Lejos de la anécdota, Confucio es el famoso filósofo chino, nacido en el año 551 a.C., quién se desempeñó como funcionario público y maestro. Sentó las bases del confucianismo llamada también la “doctrina de los sabios”. En la actualidad el presidente Xi Jinping reconoció su trascendencia en la historia de China, y es considerado uno de los pensadores más influyentes de la humanidad.
Un aspecto del confucianismo trata sobre el funcionario meritocrático, busca la efectividad del gobierno en base a los méritos y valores del empleado público. Hace 2000 años se elegía a los funcionarios mediante exámenes graduales; es decir, las personas que postulaban a los cargos públicos rendían primero un examen a nivel provincial, de aprobar, pasaban al examen regional y luego al nacional o imperial como se conocían en ese entonces; quienes aprobaban los exámenes ocupaban los principales cargos en el Estado, logrando así, admitir funcionarios eruditos en los altos puestos que aseguraban el éxito del gobierno.
La “confusión” es lo que opera en nuestra política peruana, está en marcha el proceso de acondicionamiento a las palabras vacías, al doble discurso y al silencio. Palabras vacías como: “estamos en constante evaluación”, “que la riqueza del país sea para los peruanos”, es decir, verdades de Perogrullo. El doble discurso en todas sus modalidades: legisladores del gobierno buscan recabar firmas para la Asamblea Constituyente, y hay días que el poder ejecutivo expresa que no es el momento; el ministro de Justicia pide la incineración de Abimael Guzmán, y los legisladores del partido oficialista votan en contra. Pero quién contribuye más a la confusión es el presidente, con el silencio, parapetado en decir que la prensa es adversa, no comunica y no es consciente que su silencio grita desgobierno, o, quizá, es un gobierno que tiene como filosofía la “confusión”. Estamos entretenidos en analizar temas intrascendentes en uno de los peores momentos de nuestra historia.
En medio de esta filosofía de la “confusión”, que es solo una cortina de humo, se designan ministros, viceministros y directores en las instituciones gubernamentales sin una base meritocrática y con cuestionamientos éticos, solamente amparados en el denominado: “cargo político” o “persona de confianza”, avalados en palabras del mismo presidente: “Se ha dicho que solo los politólogos o los que tienen grandes pergaminos pueden conducir un país, y han pasado décadas, lustros y miren como lo han dejado”, y lo dice cuyo mayor logro fue impulsar la huelga magisterial en el 2017, con 55 días de paralización de clases, con el objetivo de eliminar la evaluación docente, la cual seguro está en camino.
No debemos desdeñar 2500 años de experiencias gubernamentales exitosas; tomemos las mejores experiencias de países que brindan una mejor calidad de vida a sus ciudadanos y adaptémosla a nuestra sociedad. Comprobemos que debemos tener una selección de funcionarios a partir del conocimiento y valores, es cierto que, como República nunca la tuvimos, pero eso no es excusa para continuar así, es momento de elegir entre la filosofía de Confucio o continuar en este momento de crisis con la filosofía de la “confusión”.
* Dr. Jair Alvarado Espinoza.
Coordinador de la Escuela de Negocios Internacionales – UCV Trujillo